martes, 16 de noviembre de 2010

L'edat mitjana: Bizanci i l'islam.


És el segle VI, a l’Orient floreix l’Imperi bizantí i Justinià ha sigut aclamat emperador. La vida transcorre pròspera i tranquil·la en la brillant Constantinoble, però hui… alguna cosa ha passat!
Uns malvats han robat els plànols per a la construcció de l’església de Santa Sofia. El seu arquitecte tremola per les represàlies de l’emperador! Necessita tornar a traçar el disseny abans que les ires de Justinià caiguen damunt seu, però li cal ajuda urgentment. Podries prestar-li-la tu? Si ho aconsegueix haurà revolucionat la història de l’arquitectura… A què esperes? No hi ha temps a perdre!

Bizancio
Tras la caída de Roma bajo el empuje de los germanos, Bizancio mantuvo la civilización grecolatina y cristiana en la parte oriental del Imperio durante otros mil años, hasta la conquista de la capital por los turcos otomanos en 1453.

El Imperio romano de Oriente
Los orígenes del Imperio bizantino se encuentran en la división del Imperio romano que hizo Teodosio en el año 395. En el siglo VI, Justiniano y sus generales lograron recuperar Dalmacia, Italia, el sureste de España y el Norte de África, pero posteriormente las fronteras fueron retrocediendo en torno a Constantinopla (nombre que adoptó Bizancio en el reinado de Constantino).

Características de la civilización bizantina
Desde el año 476, fecha de la caída de Roma, hasta 1453, el Imperio bizantino desarrolló una brillante civilización diferenciada tanto de la Antigüedad grecorromana como de la Edad Media en la Europa occidental. Sus características culturales se formaron en un proceso histórico que arranca en los siglos IV y V:
La herencia romana en la concepción del Estado y el derecho.
La tradición griega, manifiesta en la lengua y la cultura.
El cristianismo, en su variante ortodoxa a partir del Cisma de Oriente, consumado en el año 1054.
Durante los siglos oscuros de la Edad Media europea, Bizancio fue la gran potencia económica y política del Mediterráneo, la transmisora de la cultura griega y romana a los reinos cristianos de Occidente y, después, la defensora de esa cultura frente al avance del islam, primero contra los árabes y luego contra los turcos.

La época de Justiniano
En el año 527 llegó al poder el emperador Justiniano, de origen macedonio, con quien el Imperio alcanzó su época de esplendor. Hombre instruido e inteligente, supo rodearse de valiosos colaboradores, entre los que destacaron los generales Belisario y Narsés y el jurista Triboniano. Su mujer, la emperatriz Teodora, también contribuyó notablemente a la obra política de Justiniano.
Durante su reinado se redactó el Corpus Iuris Civilis, importante recopilación del derecho romano, y se construyó la majestuosa basílica de Santa Sofía en Constantinopla, símbolo de la civilización bizantina.
Justiniano impulsó una reforma de la Administración, basada en una burocracia profesional y en un riguroso sistema tributario, que permitió al Imperio sobrevivir a todas sus crisis durante siglos. El Estado tuvo un carácter centralizado y muy jerarquizado donde la Iglesia y el ejército desempeñaban un importante papel.Para sostener un Estado tan complejo el Imperio necesitaba una economía sana. El cincuenta por ciento de la población vivía en el campo, y sobre ella recaían unos impuestos opresivos. La fuerza del Imperio bizantino se apoyó durante siglos sobre estos pilares.
Los problemas religiosos y políticos
Bizancio encarnaba el ideal del Imperio cristiano, heredado de Roma, y a lo largo de su historia fueron continuas las controversias teológicas, que con frecuencia respondían a conflictos políticos.
Desde el siglo V, la herejía monofisita puso en peligro la unidad del Imperio, compuesto por distintos pueblos cuyo principal vínculo era la religión. El monofisismo no aceptaba la doble naturaleza, humana y divina, de Cristo y en el siglo VI se extendió por Egipto, Siria, Palestina y Armenia, las provincias más ricas, donde la divergencia religiosa se unió a la incipiente conciencia nacional frente a las zonas de cultura griega.
En el siglo VIII una nueva disputa religiosa se suscitó en torno al culto a las imágenes santas (iconos), que fue prohibido por el emperador León III. La sociedad bizantina se dividió entre los defensores de las imágenes y los iconoclastas, hasta que la presión de los monjes y de las clases populares obligó a derogar la prohibición.Posteriormente, la creciente rivalidad entre las autoridades eclesiásticas de Roma y Constantinopla condujo a la separación definitiva de ambas iglesias en el año 1054 (cisma de Oriente).